El
artículo de Tiscar Lara examina la naturaleza y
posibilidades de los blogs en el contexto educativo.
Para el
autor, los edublogs se han convertido
en una herramienta didáctica fundamental, de la que no podemos prescindir si
queremos seguir el paso a la nueva sociedad de la información y sobre todo a
las expectativas de nuestros alumnos, en su mayoría “nativos digitales” que han
crecido en el contexto de los nuevas tecnologías. Hacer uso de estas
herramientas es no sólo necesario, sino también y en cierto modo una obligación
moral, ya que todos los ciudadanos tienen derecho a una alfabetización digital:
a aprender a obtener, discriminar y crear información, compartiendo y creando
el conocimiento de forma horizontal.
En el
artículo se enumeran las posibilidades y ventajas de los blogs, que según este
autor sólo representarán una verdadera revolución si se conciben no sólo como “un
mero canal con un formato distinto” sino como un nuevo proceso en sí mismo. El
profesor que sea un bloguero
experimentado podrá hacer un mejor uso de los blogs en sus clases: sabrá
enseñar creando un dialogo virtual y será más consciente de la utilidad de la
herramienta, sobre todo desde un enfoque pedagógico constructivista.
Es
cierto que el uso de edublogs abre
vías inesperadas para la enseñanza y el aprendizaje, tal y como se plantea en
el artículo. Ahora bien, no podemos olvidar que son también otros los cambios
que ha traído consigo la llamada Web 2.0.
La
presión para usar las nuevas tecnologías a la que en la actualidad los
profesores se ven sometidos ha creado desequilibrios que no podemos obviar. Parece
inevitable preguntarse si el entusiasmo por los nuevos medios y las exigencias
actuales de los centros educativos sobre su personal se corresponden con el
apoyo proporcionado a los profesores, a quienes raramente se nos ofrece una
formación digital específica; por lo menos, hasta ahora. Prueba de ello es que,
a pesar de contar con formación de posgrado y llevar nueve años dando clase, es
la primera vez que alguien me enseña a hacer todo esto que estamos haciendo
ahora en este curso. Esa situación contrasta con el hecho de que todos y cada
uno de los centros en los que he trabajado daban por supuesto que debía usar la
tecnología de forma muy específica –y supervisada por mis superiores– en el
aula. Y fuera de ella.
Fuera
de ella, no nos olvidemos.
El
aprendizaje que hasta hace poco los estudiantes llevaban a cabo de forma
autónoma hasta la siguiente clase se realiza ahora de forma “guiada” en horas
no lectivas. Ya no basta con que los profesores proporcionemos nuestra ayuda y
guía de forma estructurada y dosificada, sino que se espera de nosotros que
estemos constantemente supervisando foros, actualizando blogs y respondiendo
dudas a través de grupos de conversación (situación, en la que, por ejemplo, me
encuentro ahora mismo con mis alumnos chinos).
El
profesor debe estar ahí, 24 horas.
Y el
alumno debe trabajar, 24 horas.
El
trabajo se multiplica; la confusión, también.
Soy consciente
de que estos desequilibrios se corregirán con el tiempo, posiblemente gracias a
la voluntad de todos a la hora de racionalizar y distribuir el trabajo. Estamos
sólo en un período de transición, hasta que el uso de la red y la carga laboral
se complementen el uno al otro en beneficio de todos. Espero que en poco tiempo
veamos como a todos los ciudadanos se nos instruye en el manejo de la red de
acuerdo con lo que se espera de nosotros en este terreno. Mientras tanto, a
profesores y alumnos sólo nos resta explorar por cuenta propia y sobre todo hacer
un esfuerzo para racionalizar el uso de las nuevas herramientas de acuerdo con
un criterio compartido de productividad y responsabilidad.
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